sábado, 8 de diciembre de 2007

Melitosaurio

TRIGÉSIMA PALABRA DEL 2º CONCURSO EXONARIO
AUTOR: Julio David Auster

(sust. masc.; del latín mellitus, dulce y de saurio)

Dícese de la última especie de dinosaurio que llegó a la extinción, hace poco más de 100 (sic) años y que habitaba en las pampas argentinas. Es un caso rarísimo, puesto que todas las demás especies de grandes saurios habían desaparecido hacía millones de años (a lo sumo llegaron hasta el Cenozoico).

El melitosaurio, en cambio, no solamente llegó a sobrevivir y a compartir la tierra con los mamíferos, entre ellos el hombre. ¡Llegó también a ser domesticado!
El último melitosaurio de que se tiene noticia vivió y murió en la zona de Cañuelas, provincia de Buenos Aires. Su tamaño era ligeramente mayor al de un caballo percherón. De hábitos tranquilos, ayudaba al hombre de campo en sus tareas. Con sus afiladas garras podía roturar el terreno, supliendo así el uso del arado. Mientras los gauchos jugaban al truco (juego y revancha), el melitosaurio era capaz de ararse solito un campo de una hectárea (era veloz en sus desplazamientos); al final de su tarea, mateaba plácidamente con la peonada que nunca olvidaba su afición por el mate dulce, derivando de ahí su nombre. Pero su debilidad mayor era el dulce de leche que se producía, justamente, en los pagos de Cañuelas; y esa fue su perdición. Hacia 1892, una gran sequía azotó al norte de la provincia de Buenos Aires. Los pastos de Cañuelas se secaron y hubo una gran mortandad de vacunos. Los tambos dejaron de producir durante casi ocho meses. La fabricación de dulce de leche (que en ese entonces todavía estaba en un nivel artesanal) se paralizó durante mucho más tiempo, casi un año y medio. El melitosaurio, ante la falta de su manjar predilecto, empezó a languidecer. Los peones no sabían qué hacer para alegrar su vida. Dejó de trabajar, dejó de matear y fue debilitándose progresivamente, hasta que se murió, el miércoles 18 de abril de 1894. Sus restos, después de haber sido velados por los acongojados hombres de campo, fueron llevados a su última morada, el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de La Plata. Los curadores del museo, que ya habían armado una cantidad de esqueletos de fósiles, se quedaron asombrados al verificar que el ejemplar muerto que les traían (rodeado por barras de hielo para que se conservara mejor), tenía el porte de los antiguos dinosaurios pero era mucho más pequeño. No sabiendo ubicarlo exactamente en una línea taxonómica, una vez que lo embalsamaron lo llevaron a un depósito accesible únicamente a investigadores autorizados. Allí permanece aún, ignorado por todos.

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